martes, 29 de octubre de 2013

La educación, los miedos, la supervivencia...frente a la posibilidad de una Vida plena.

Ahora que soy mamá, tengo la gran oportunidad de aprender de esa "loca bajita" que es mi hija, cada vez menos bajita, y cada vez menos "loca",  utilizando las palabras de la canción de Serrat, de la que os pongo un enlace porque además de preciosa, dice mucho.
Y claro que vaya creciendo es normal, va con la evolución y el proceso de crecimiento natural. Sin embargo que sea menos "loca" es cultural y no tengo claro que sea lo más acertado a la vista de lo neurótica que es nuestra sociedad. Tal vez ¿educar para permitirnos ser algo más alocados estaría mejor?. No sé...


"Esos locos bajitos"

 Y digo que tengo la oportunidad de aprender porque es de ellos, de nuestros pequeños, que podemos obtener información fresca, esa que nosotros tenemos ya tan lejos, en un rincón de la memoria, que casi se nos olvida que es nuestra. Me refiero a la espontaneidad, a la pasión por vivir cada momento, sin prisas, con emoción, dejándose la piel ahí, como si no hubiese nada más importante en el mundo que saltar a la comba, que retorcerse de la risa porque sí, que interpretar a un mono loco por comerse un plátano que acaba de ver y que está ahí, al alcance de su mano. Porque los "peques" no tienen sentido de la responsabilidad, ni  de la "escasez" del tiempo... Y, ¡claro! que hemos de enseñarles, y también hemos de dejarles ser niños, dejarles equivocarse, correr, caerse , levantarse y volverse a caer cien veces. 
Algunas cosas hacemos bien y otras deberíamos reconocer que les conducen a repetir nuestros propios errores e insatisfacciones.
Y entre ese crecer suyo y nuestras prisas, podríamos pararnos alguna vez y dejar el reloj, para volver a ser niños, para volver a sentir la pasión, que ya sólo nos permitimos muy de vez en cuando, si somos capaces de superar las rutinas de nuestras vidas y abandonarnos a la "locura".
Alguna vez de esas en que nos rendimos a sus demandas y nos tiramos en la alfombra a hacer cabriolas con ellos, o que bailamos con su autenticidad, si nos hemos abandonado al momento, podemos observar que eso es la felicidad: vivir en presente, amar sin condiciones, parar la razón...
Da qué pensar la inconsciencia y el miedo con que vivimos nuestras vidas, tan temerosos y organizados, que ya de pequeños les negamos el derecho a jugar y a saltar, a gritar, a reir, a llorar, a sentir... y nos negamos  eso tan  productivo que es  a veces "perder el tiempo" .
Nos pasamos la vida corriendo para aprovechar cada instante, sin darnos cuenta que vamos a llegar igual de lejos, y encima sin haber vivido. Los momentos de juego, de baile, de calma, de silencio, de diálogo en familia, son la Vida, con mayúscula. 
Desde la comunicación, el juego,  y el compartir, se construye, se educa, se aprende... Es necesario dejar de castrarles con nuestros "no corras, que te caerás", "dáte prisa, que llegamos tarde", y dejar de protegerles en exceso. Los adultos hemos de observar qué cosas de las que les enseñamos son "verdades a medias". Para ello necesitamos desaprender mucho y conocernos mejor. 
Y creo que una cosa fundamental es ayudarles a que descubran qué les hace felices, en qué cosas se ven más capaces, qué es aquello que se les da bien y les gusta...y por ahí...

Son reflexiones, no verdades absolutas.


Os propongo ver este corto sobre cómo conducimos a nuestros niños hacía la supervivencia y les separamos de una vida vivida con pasión. Lo hacemos con nuestras mejores intenciones y con nuestros eternos miedos, razonables y no tanto. La cosa es preguntarse cómo nos iría educándoles para hallar su vocación, su pasión y educándoles para la solidaridad con la vida de los demás, no en la lucha por sobrevivir, y en competitividad con los otros.

¿Bailamos?: un vídeo de JAF Producciones




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